jueves, 4 de febrero de 2010

grande e ingenioso G.Márquez

Existió una vez un pueblecito árido y tradicional (aunque también un poco irracional), que acogía con una tremenda hospitalidad a todo nuevo integrante que a él decidiese unirse. Entre ciénaga y ciénaga, sus extensiones, en parte ocupadas por plantaciones bananeras, en parte ocupadas por casitas levantadas con el sudor de la frente de sus habitantes, y cada vez más grandes, ocupaban zonas casi desérticas, que habían sido duramente trabajadas por los descendientes del coronel, que unían sus ansias de progreso para así llegar a construir el ferrocarril o una ilusoria línea de navegación.

Era una familia pintoresca, con rasgos comunes, tanto físicos como psicológicos...la grandeza de los hombres y su característico aire melancólico, y la extraña y angustiosa soledad de las mujeres les hacían ser reconocidos como propios de la familia incluso en los confines del mundo habitado. Se sorprendieron por la llegada del hielo, como cualquier persona lo habría hecho en su lugar, y por la ascensión de Remedios, y por las continuas y e imparables batallas (internas & externas) del padre de los 17 hijos, todos menos uno muertos la misma noche del mismo día.

El eterno retorno aplicado a ellos tenía tanta verosimilitud que incluso resultaba difícil llegar a creérselo, pero para eso no había más que ver su propia descendencia-librealbedraica.
Temporadas de soledad, de aislamiento, de miedo, de rencor profundo, de comer la cal de la pared e incluso la tierra del suelo...de llorar, de quemarse la mano, de invitar a multitudes a comer, de escaparse, de fundar pueblecitos por motivos oscuros, de pasar largas temporadas encerrados en un pequeño laboratorio alquímico e incluso debajo de un frondoso árbol...de aprender y curiosear y de frustarse sus más inimaginales deseos y aspiraciones por la llegada del ser más mordaz, sutil y provocador que nunca antes existió; la mujer.


¿sabéis de qué os hablo?
l.

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